martes, 8 de marzo de 2011

Carta de Elsa a Adriana Cantale


Querida Adriana:

Me he enterado por Irving de toda la atención y compañía que le brindaste, cómo muchos otros unidos por la música de Silvio en los momentos de mi hospitalización (qué cabe decir, son los más difíciles y dolorosos que hemos compartido) y antes que otra cosa te quiero agradecer por ello; cuando me lo contaba, no podía pensar mas que aquellos que se sensibilizan con el dolor ajeno son los que lo han vivido de cerca, los que lo conocen, lo han sentido o al menos lo han imaginado, después de leerte me queda claro en qué categoría estás, y te acompaño en ella.

A raíz de la hospitalización y sobre todo con la difícil recuperación, he sentido en carne y vida propia muchas de las cosas que relatas tan desde el fondo de tu sentir y me doy cuenta de que aunque siempre creí que la discapacidad era algo que estaba presente en mi vida, algo que tenía claro y que conocía, era justo eso, algo que imaginaba, sabía que existía, lo miraba a mi alrededor e incluso me enojaba mirar la incomprensión e insensibilidad ante el tema, sin embargo, en realidad no lo conocía.

Cuando yo era pequeña, mi madre, quien daba clases de relaciones humanas, nos ponía a mis hermanas y a mi un video que pasaba a sus alumnos; era sobre un hombre (lamentablemente no recuerdo el nombre, me parece era Leo) que tenía una seria discapacidad y trataba sobre su vida y lo difícil que era para él acceder al mundo y cubrir sus necesidades (te leo y me parece volver a ver aquel documental), yo imaginaba ponerme en su lugar y me estremecía con sólo pensar cómo sería, no sabía que años después iba a depender algún tiempo de una silla de ruedas. Mi madre me contaba también sobre una compañera que estudió con ella en la universidad (por los años sesenta) que cómo tú, tenía secuelas de polio y que con gran espíritu terminó la carrera de Químicofarmacobiología, claro teniendo que sortear terribles inconvenientes que tú conoces bien.

Mas tarde, mientras estudiaba la carrera (Psicología en la UNAM, se supone un espacio de inclusión, tolerancia y respeto a lo diferente, donde había rampas de acceso a la Facultad, pero no había salones en el primer piso, por tanto enormes escaleras para llegar a ellos), había un chico que tras un accidente quedó inmóvil de la cadera para abajo, me impactaba cómo sus compañeros, quienes lo conocieron antes del accidente, lo debían cargar hasta el tercer piso de la facultad para que pudiera tomar clases, claro que si no había alguien que pudiera soportar su peso, era imposible que accediera a los espacios, a veces yo ayudaba con la silla o su mochila, de todos modos era insuficiente.

Mas tarde, cuándo comencé con el asma, me fui dando cuenta de lo que es ser diferente, ya no podía hacer las cosas que hacía antes y aunque no estaba cómo tal con una discapacidad, el asma es realmente inmovilizante, comenzaba a tener miedo de las escaleras e incluso evitaba tener que ir a donde no hubiera ascensor.

Por las mismas épocas, mi abuela (quién ahora tiene 90 años) se lastimó la cadera, yo la cuidaba entonces y comencé a enfrentarme con rampas bloqueadas por autos, personas, comercios o incluso transportes públicos, teniendo que prácticamente cargar las silla con todo y abuela para poder subir una banqueta o exigiendo a los obstructores que se apartaran y dejaran libre el acceso. Por su puesto que los espacios de estacionamiento en lugares públicos especiales para las personas con discapacidad son muchas veces inexistentes otras, bloqueados o bien, denegados.

He conocido por mi práctica personas que viven con discapacidad, pero en especial hay una chica de la que te quiero contar y ojalá me permitas envíale tu escrito, su nombre es Claudia, ella estudió en la normal de especialidad (escuela para formar docentes especializado en personas con algún tipo de discapacidad) y casada con un discapacitado, a quién no conozco y sin embargo es una de las personas que más admiro, espero pueda ponerte en contacto con ellos y compartan experiencias, son personas tan positivas y que han roto tantos estereotipos de la discapacidad que creo te haría mucho bien platicar con ellos.

Ahora, que lo he vivido, comprendo aquello que antes sólo imaginaba y me queda claro que la sociedad está lejos de comprender de fondo la diferencia, no sólo ante la discapacidad, sino ante todo aquello que no conocen y por lo mismo amenaza.

Una vez, recién salida del hospital, Irving me llevó a pasear, no podía aun caminar, me llevaba en la silla, me impresionó la reacción de la gente (y pensándolo ahora, no puedo estar segura de no haber reaccionado como algunos de ellos de vez en vez en el pasado), unos nos miraban con compasión que a veces parecía lástima, otros, preferían no mirar, algunos estorbaban el paso y sólo unos cuantos nos trataban como unas personas más. Mientras caminábamos, bueno, él caminaba y yo rodaba, comprendí realmente lo que significa estar en un mundo que limita, separa e inmoviliza por no decir que invisibiliza lo que “no es normal”, aunque en realidad ¿qué es normal? ¿quién lo dice? Y más allá ¿en verdad podemos decir qué existe la normalidad?, tantas cosas que me pregunto ahora.

Me he encontrado también con que por ejemplo, al volver a trabajar en mi consultorio (ya sin la silla, pero aun con problemas para caminar y sobre todo subir y bajar escaleras), primero debía salir de mi departamento, el cuál está en el primer piso y aunque son pocas las escaleras, de cualquier modo son una barrera; y luego, llegar al consultorio y tener que subir el mismo único piso que me separa de él, sin contar que el baño está en el segundo, situación de la que no me había percatado hasta leerte y comprender que aquella barrera no sólo fue para mí en el momento de no contar con movilidad completa, sino para todos aquellos que requieran o soliciten mi servicios y que se verán limitados por una escalera, que puede parecer simple, pero es terriblemente limitante.

Se que la lucha por la equidad es cada vez un poquito más amplia, que los espacios se abren cada día un poco más para aquellos que somos diferentes (aunque ahora he recuperado la movilidad, la experiencia me ha marcado y me considero diferente), no importa, cómo bien le dices a Silvio, la religión, el color, la ideología, la movilidad o la raza, la equidad es algo que simplemente es justo, o al menos debería ser así, y te acompaño desde acá en ella con todo mi sentir y mis ganas de volverme cada vez más conciente, incluyente y justa con lo que somos todos.

Puedo decir que el haber sido discapacitada un tiempo me marcó, me mostró lo duro que es el mundo y al mismo tiempo me abrió corazones enormes como el tuyo y el de tanta gente que sin más, sin conocernos, sin saber nada de nosotros nos brindó lo único y lo mejor que puedo esperar ahora, amor, respeto, solidaridad y escucha y por ello te quiero agradecer enormemente.

Espero que aunque con estas lentas y tardadas líneas pueda expresar un poco de lo que me ensañas con tus palabras y tu lucha, me encantaría ver tu trabajo publicado, y que me permitieras ponerte en contacto con Claudia y Óscar.

Te envío mi cariño, admiración y compañía en tu lucha, que desde acá apoyo, sigo y peleo con todo el corazón.

Elsa
México, 7 de marzo de 2011.

2 comentarios:

  1. Ay, Elsa, e Irving!!! que emoción por Dios...Como ya te dije Elsa esa carta me llego en un momento muy especial y me devolvio las ganas de seguir luchando.

    Son , ambos, dos seres extraordinarios, de luz como me gusta decir a mi.

    Les deseo lo mejor en sus vidas...
    Los quiero
    adriana

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  2. Hola Adriana,

    Me da mucho gusto saber que nuestras palabras a la distancia puedan reconfortarte y darte ánimos.
    Sé que nadie experimenta en cabeza ajena, quiero decir, que a pesar del dolor y sufrimiento que nos tocó vivir con la hospitalización de Elsa, no puedo imaginarme por lo que estás pasando ahora, pero trato de tener la mayor empatía posible y enviarte mucha fuerza y luz para estos momentos.
    Me enteré por Elsa de que la salud de una de tus tías se complicó, quiero decirte que desde acá estamos pidiendo mucho por su salud, y tanto tu como ella están en nuestras oraciones. Ten mucha fuerza Adriana, me vienen a la mente las palabras de un escritor argentino, no recuerdo el nombre, que decía que la actitud de un revolucionario debía de ser resistir, resistir y resistir.
    Estaremos muy al pendiente, me imagino por lo que debes de estar pasando, así que no te preocupes por contestar, yo te escribiré regularmente para apoyarte.

    Te mando un gran abrazo y toda la fuerza.
    Irving

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