lunes, 4 de abril de 2011

Silvio (1992)




El Silvio clásico, el de la guitarra, cómo el mismo lo dice: "siempre vuelvo a la guitarra porque ahí está mi origen". Así, en 1992 aparece el primer disco de la trilogía Silvio Rodríguez Domínguez (1992, 1994, 1996). Entre algunos silviófilos es conocido como "El disco negro". Si bien dicha trilogía puede considerarse como una unidad, en mi opinión el disco Silvio, 1992, se destaca claramente, y debe considerarse entre los trabajos más emblemáticos y representativos del trovador cubano. No hay ningún tema que no merezca la condición de "clásico". De principio a fin, la música y letra de las composiciones nos transportan por un viaje poético y espiritual insospechado, de ensueño, inolvidable.

Hay que remontarnos hasta 1978, con Al final de este viaje (el "disco blanco" de Silvio Rodríguez) y al Mujeres, 1979, para encontrar un trabajo acústico tan contundente. En el intermedio, Silvio había experimentado otros horizontes musicales, con excelentes resultados, ni que decir tiene, acompañándose en varios discos por músicos de la talla de Frank Fernández, José María Vitier y Pablo Milanés (como en Rabo de nube, 1980 y Unicornio, 1982), grabó la trilogía en homenaje al 25 aniversario de la Revolución Cubana (Tríptico, 1984), realizó un par de discos orquestados por Afrocuba (Causas y azares, 1986 y Oh Melancolía, 1988), grabó dos discos en vivo (Silvio Rodríguez en Chile, 1990 y en Argentina, 1990) y varios recopilatorios (Antología, 1978, Memorias, 1987, Canciones urgentes, 1991, Silvio Autobiográfico, 1992). Por tanto, el disco Silvio significa a la vez un retorno y un comienzo. Silvio recoge aquella guitarra que sabe mucho del abandono, y al volver a acariciarla ésta le revela maravillas, es la vuelta a los orígenes. Sin embargo, en cuanto a las letras se percibe algo que podríamos calificar como "madurez poética" (si es que se puede decir semejante cosa de alguien que da la sensación de que nació poeta). Atrás han quedado las canciones paranoicas de juventud, esas que se hacían "para joder", contra los enemigos de adentro y de afuera (algunas incluidas en Al final de este viaje). La crítica no está ausente en el Silvio, pero va más allá de un "buenas noches amigos y enemigos", es una crítica que desnuda el alma, que surge desde lo más profundo de la condición humana y al mismo tiempo, de lo más simple y cotidiano.

Decíamos que el Silvio significa también un comienzo, en efecto, marca el inicio de un nuevo sonido acústico del trovador, mucho más refinado que el de los años setenta, el cual no nos abandonará durante la década de los noventa, tanto en la trilogía Silvio Rodríguez Dominguez, como en el Descartes, 1998, y que sólo será superado cuando se junten dos gigantes, Rey Guerra y el propio Silvio Rodríguez, en el disco Mariposas, 1999.

El disco abre con la bellísima "Compañera", el nuevo himno de la trova de todos los tiempos, y sigue con "Trova para Edgardo", homenaje a la trova tradicional que también está dedicada al Edgar Allan Poe, uno de los autores predilectos de Silvio durante su adolescencia. Luego viene "La desilusión", que con su ritmo jovial arremete contra la moda de desilusionarse de todo, "desde la historia hasta el turismo". "Y Mariana" es la canción de la inconformidad, y está dedicada a Marianita, aquella niña de los pioneros que Silvio visitó una tarde, quien le dijo que ella quería ser canción. "Abracadabra" está inspirada en las prácticas de hechicería, ante las cuales Silvio trata de protegerse con una "canción sortilegio". "Hombre" fue compuesta por Silvio en el 20 aniversario de la desaparición física del Che Guevara, y es, en mi opinión, la canción más hermosa que se haya compuesto al inmortal revolucionario, ese "hombre sin muerte". "Monólogo" es una de esas canciones donde lo cotidiano se cuela por cada ventana, Silvio se imagina como un "artista famoso" olvidado que se aparece en una reunión bohemia de juventud, el resultado es sencillamente conmovedor.

El disco continúa con "El necio", tema que se ha erigido como un himno de lucha y rebeldía. Es muy significativo que en este disco de "vuelta al origen", los inicios de Silvio Rodríguez como compositor queden retratados en el tema "La guitarra del joven soldado" (si el disco no estuviera pensado como una trilogía con el nombre y apellidos del trovador, "La guitarra del joven soldado" merecería titular la obra, aunque un título tan largo no es común en los trabajos de Silvio, con la curiosa excepción de Al final de este viaje). En el tema "Quién fuera", con su melancólica tonada y la maravillosa conclusión a tres guitarras, Silvio se adhiere a una tradición trovadoresca muy heterogénea: "Quién fuera Lenon y McCartney, Sindo Garay, Violeta [Parra], Chico Buarque...". Luego viene "Juego que me regalo un seis de enero", que tiene su origen en los debates de infancia que Silvio sostenía con una compañera de colegio, en los que ella, a pesar de su educación religiosa, sostenía que los Reyes Magos no existían, mientras que Silvio, quien no asistía a clases de catecismo por prohibición de su padre, afirmaba lo contrario. El disco cierra con "Crisis", cuya tonada se le rebeló a Silvio en un sueño, y luego se le volvió obsesión en el insomnio (es el segundo tema instrumental que se incluye en su discografía, después de "Mi lecho está tendido", del Tríptico, vol. 3, 1984).

Un disco para escuchar una y otra vez, en el que asistimos a la escena de un trovador tan legendario y real como Francisco El Hombre de "Cien años de soledad".

Silvio (1992)

1. Compañera, 1987
2. Trova para Edgardo, 1991
3. La desilución, 1989
4. Y Mariana, 1990
5. Abracadabra, 1992
6. Hombre, 1987
7. Monólogo, 1984
8. El necio, 1991
9. La guitarra del joven soldado, 1989
10. Quién fuera, 1990
11. Juego que me regalo un seis de enero, 1991
12. Crisis, [instrumental]

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 
clocks for websitecontadores web